Friday, February 27, 2015

Casa de uno, pliego de todos.







 
Las cosas que me llegan de España me llegan más hondo, saben mejor, me abrazan más, me traen más luz, vienen cargadas de sabores de la infancia y olores de un verano, rezuman colores y las sombras son suaves. Hace poco me llegó este pliego, impreso en Málaga, (tan rica en tradición impresora) con el poema "Casa de uno". Se dejaba así constancia de la presentación del libro de Antonio Parra, Inventario de la felicidad. El pliego, que hace el número 13 y consta de 100 ejemplares, estuvo al cuidado de Rafael Inglada y uno tuvo el honor de ser invitado a ilustrarlo.

Wednesday, February 25, 2015

Desaparecidos


             
 




               Desaparecidos

Porque creían poseer la clave del amor,
largas noches alejados del mundo,
pensaban que el verano nunca se acabaría.
Llegó el invierno y llamados por voces urgentes
abandonaron el lecho
donde habían dejado lo mejor de sus cuerpos.
Cruzando el puente de los arcos de hierro
salieron a la vida a enterrar a sus muertos:
ayer torsos solicitados y triunfantes,
desfigurados y agonizantes esqueletos hoy. 

Apremiados de tiempo, el polvo sublevado,
entraron en armarios y cajones cerrados
que abrieron con temor
tirando a las tinieblas secretos innombrables,
testimonios dichosos, envolviendo deprisa
instrumentos de seda y herramientas de acero,
una arquilla de plata con unas iniciales y una fecha
que guardaba doce piedras cogidas un verano
una tarde de julio en una playa donde se prometieron.

Camino del final,
el tacto de sus dedos borrados de respuestas,
ven pasar a otros cuerpos que hacen temblar al puente
sintiendo cómo pesa la llave en el bolsillo.

Saben que para algunos y tal vez para ellos mismos
este será el último verano.


Sunday, February 22, 2015

Para saber de mí, de Antonio del Camino




                   ANTONIO DEL CAMINO, ENCUADERNADOR DE LA PALABRA.

En la sobria portada del libro aparece “un grabado” de un encuadernador trabajando en un libro que ya nos anticipa algunos de los modos que vamos a encontrar al leer  Para saber de mí, el último libro de Antonio del Camino, ganador de un accésit en el Adonais con otro libro espléndido: Del verbo y la penumbra. La portada nos dice de un oficio y de una maestría, de la palabra y el pensamiento, de la lucidez y del corazón. En efecto, en las páginas preliminares leemos que el libro está dedicado a su padre quien, al jubilarse, aprendió a encuadernar. A encuadernar sobre todo libros de poesía que el hijo escribía y que denomina “edición de amigo”. 

          De entrada es de justicia decir que Para saber de mí es un libro de poesía, poesía. Valga la redundancia. Un libro con una musicalidad y un ritmo ejemplares, en donde cada verso tiene su razón de latir, un libro en donde se entiende todo, un libro cálido, lleno de emoción, con una hondura luminosa, con poemas cotidianos, plenos de ruidos y de olores, de rostros y de amor, de muerte y de vida. Un libro de poesía que quema, que te llena el alma de temblores, que te pone el corazón a trabajar. Aquí lo metafísico, los conceptos abstractos tienen poco que hacer. Aquí lo que funciona es el camino que nos lleva desde el primer poema, “Tras un largo silencio”, hasta el último poema, “Anotación final” y entre uno y otro tres partes que hablan de la palabra, de la familia y del amor. 

          En “Tras largo silencio” el poeta justifica ese largo silencio y decide “traspasar el umbral de las palabras / y caminar, / para saber de mí”.  Y de inmediato, en el título de la primera parte, “Vivir en las palabras”, comenzamos a notar el traspaso y las pisadas del poeta en el camino de su discurso poético. Esta parte es una celebración del encuentro de nuevo con “…la sed cardinal de las palabras”. Y el poeta lo celebra dándonos en un soneto espléndido “Razones para el canto”. Y pared por medio el poema, que es una poética, “La poesía”.

La poesía:
                   esa bagatela
que no se cotiza en Bolsa ni se guía
por la Ley del Mercado.
                                          Se diría
que es peso muerto.
                                    Y sin embargo vuela.

          La segunda parte, “Al paso de los días” está compuesta de siete poemas titulados “De la vida” (tan clásico) intercalados entre otros poemas en los que predomina el entorno familiar, sobre todo la figura del padre del poeta. Posiblemente esta parte es la que más le llega al que esto firma y la que más le emociona. Poemas como “Otra infancia: mi infancia”, un poema homenaje a Machado y dedicado al poeta José Luis Morante, “Cuando en casa se hablaba en voz queda”. “Cementerio alemán” o “Encuadernando una edición de amigo siguiendo los consejos de mi padre” son antológicos, poemas que se quedan con uno para siempre. 

          “Invierno derribado”, la tercera parte, agrupa poemas de amor escritos a la sombra de su mujer. La coda (tan musical), “Anotación final”,  cierra el libro y enlaza con el primer poema y así el círculo de belleza, orden, poesía y método, queda envuelto en un mundo equilibrado y medido lleno de palabras y de vida. Un mundo que nos recuerda que: 

 Para saber de mí, busqué mi rostro,
                                  por detrás de mi rostro, en las palabras. 
       Si, como decía Aleixandre, (tan olvidado) poesía es conocimiento, este libro es el espejo perfecto en donde el poeta se refleja para saber de él y nosotros nos reflejamos en el espejo limpio de su poesía para saber de nosotros mismos. 




                                                             

Tuesday, February 17, 2015

Vivir sin el cuchillo de su aliento






¿De qué torrente nace, en qué pozo se cubre de eco marinero, de qué montaña llega, dónde queda escondido el metal de su aliento, en qué túnica de humo se bautiza, qué desnudez la suya, en qué tierra de nadie proclama su inocencia?; si pura, ¿qué sangre anima el fuego de su sexo ignorado?;  si violada, ¿qué banda narradora la forzaron a beber su tinta? Si es un cuerpo de guerrero ¿qué bronce mal fraguado en la hoguera de Apolo le tizna con un virus de moho su torso amoratado? ¿Dónde está su belleza intocable? ¿En un mármol roído de lujuria, en la rúbrica del óxido firmando su sentencia o en una rosa agrietada en su esplendor de mayo por la ferocidad sin freno del olfato cobarde? Ignorando si llamarla con nombre de batalla o con signo de tregua, bautizada de almendra, con el velo nupcial apuntalado de hambrientas gaviotas, o dejar que su sombra enajenada se refleje en el asilo de la rama,  domado su galope enfebrecido, con lentitud de carroza plomada que aplaste las arrugas de la tarde. Cuando ansías su lengua de muchacha te ofrece la amargura de su boca de fruta no madura, su saliva vinagre, agrios sus labios con bozales de espuma; cuando esperas en noches de tormenta que llueva en la ventana del poema te ofrece la sequía abacial de la cuaderna vía, sudario de la rima condenada, consonantes de polvo y de ceniza; cuando piensas en ella, cuando esperas su aroma de tedéum triunfal te da un deprofundisde silencios. Encendida la lámpara del aceite bendito esperas su llegada, virgen prudente y necia, beata del incienso que perfuma sus pechos, que llegue cuando quiera, que juegue con tu pelo, que caliente tu boca, que te ayude, que desnude tus ojos, que te envuelva tus manos en tules congelados, que le dé al corazón una armadura de soldado vencido, en tu sien un disparo de pólvora cautiva. Siempre la incertidumbre de no saber si vuelve, si olvidó mi costumbre de acariciar sus muslos. Siempre teniendo miedo de ser tan sólo un  siervo que no le da placer a su látigo húmedo, perro que solo bebe de su lluvia oxidada de tiempo y de su musgo ronco. De ser tan sólo un hombre sin simiente para su corazón de madre, de ser una mujer para la ambigüedad de su mirada y ofrecerle un orgasmo en la falsa bandeja de mi voz de castrato para su colección de autógrafos sin nombre. Y siempre la amargura, la duda, el desaliento de que no me conozca, que me ignore, que no vuelva jamás y si me deja ¿cómo vivir sin el sonido de su voz, sentir sin el  cuchillo de su aliento, respirar sin el aroma de su muerte? 
La poesía.


Friday, February 13, 2015

Sentidos.


     
     
                 

  
          Sentidos

Muchos años después,
aunque ciegos de gozo,
se seguían mirando
igual que el primer día.
El tacto precintado,
la lengua consumida
secándose de ruido 
y el perfume de un cuerpo
recordando cuando los dos veían.

¿Cuánto tiempo les queda
de tropezar en sombras del pasado?  
¿Cuándo la luz que les libere  
del peso de otros rostros?
Cada día celebran la ceguera
de la misma manera
que celebran sus cuerpos. 
Cuerpos que están midiendo
con su peso de tierra
una brecha en la luz. 

Sunday, February 8, 2015

La gruta y la luz














                           LA ANGUSTIA DE ELEGIR EN LA ESCRITURA.

    The poem of the mind in the act of finding
    What will suffice. 
             “Of Modern Poetry”, Wallace Stevens

          En la poesía de Francisco Ruiz Noguera se encuentra siempre lo que es preciso. Lo necesario.  De entrada: en La gruta y la luz hay una fuerza en la que predomina el equilibrio, una sensación de fría estética y un latido de fuego helado.
 El libro, XVI Premio de Poesía Generación del 27, está organizado en cuatro “actos”: Interiores, La mirada del paseante, (se advierte el recuerdo y homenaje a Cernuda y Ocnos), Celebraciones (la mayoría de los poemas son “exteriores”) y Nuevo límiteque incluye un solo poema ¿dedicado? a W. Al final del libro hay una justificación o asidero que es toda una poética pictórica-plástica que va, entre otros, desde Kemp a Lynch, de Velázquez a Goya pasando por Basquiat, Bacon y Botero.
 El título del libro es una contradictio in terminis, un oxímoron, o tal vez una paradoja, como pudiera parecer la poesía de FRN: sombra y luz, boca de lobo y lengua de cordero, hondura y altura, Aristóteles y Góngora, un claro misterio que nos oscurece. Una cita de Góngora que ayuda a entrar en la gruta: “A batalla de amor campos de pluma” –que repite en Campo de plumas (1984) y en Otros exilios (2010) en donde hay una sección que da título al libro con ocho poemas neoyorquinos con los que uno se ha sentido identificado ya que vive “en cierto modo de estos exilios”.
          De la poesía de FRN uno destacaría la coherencia en la línea argumental, una estética de altos vuelos, la celebración de la hermosura, la mirada penetrante, a veces como un afilado bisturí un poco oxidado y a veces chorreando luz, mirada observadora, retina de imagen fotográfica, acabado con pincelada hiperrealista.
 Uno admira la disposición de los nobles elementos poéticos, la calidad de los materiales que el poeta emplea para construir el alto edificio del poema: en el comienzo, un deslumbramiento racional, en el cuerpo del poema una oscuridad emocional y en la conclusión un final glorioso y, a veces, inquietante e inquisitivo.
          Se podría asociar a FNR con un poeta “puro”, un poco torre de marfil, coto cerrado, campo de plumas, poeta profesor dentro de una gruta, y razonar la asociación con algunos poemas  de este libro de corte culturalista y minoritario, solo para lectores iniciados. Pero se equivoca uno. La mayoría tiene también una lectura cercana y “popular” que es lo que hace que este libro tenga varias lecturas.  Veamos, por ejemplo, “Carnavalia” o “Lindsay Kemp levita sobre la escena del Cervantes”. “Carnavalia” es la crónica, en apariencia, de una carroza en un carnaval, “el color de la fiesta, que recuerda / las luces de los cuadros de Matisse”, pero es también un poema subversivo en el que se invierten los valores: de un léxico doméstico y femenino (bobinas, dedal, metro, tules y puntadas) se pasa a la cita de scott mckenzie (en minúsculas) “If you´re going to San Francisco / be sure to wear some flowers in your hair” y a una celebración del triunfo de Dionisio. Las referencias culturales en el poema de Lindsay Kemp (Genet, Wilde, el esplendor de Flowers, Salome, The Fairy Queen, el horror vacui y la pasión y muerte de Madame Butterfly), las preguntas, el tono, los gestos y la confusión de colores hacen de este poema no solo el preferido del que esto escribe sino uno de los poemas más inteligentes y transgresores de la poesía española.
            El poeta “mira” la vida que le rodea y se encuentra con escenas cotidianas, casi vulgares y las transforma, ofreciéndonos una posible galería  imaginaria de arte urbano. Nos encontramos en este apartado con una  poesía de ciudad, poesía de flaneur, (que nos recuerda a Mariá Manent). Poesía donde la belleza es acción, donde el mar ocupa el sitio exacto, donde la luz cegadora –“estilete de plata”— ilumina la gruta.
           “Noche de San Juan” es otro de los poemas a destacar en el libro. La belleza vieja, la madura y la joven, tres etapas estéticas en la vida de un hombre, encuentran su lugar en la noche en tres mundos perfectamente conectados y alejados entre sí. En primer término aparece la noche conexa con el viejo que avanza muy despacio hacia la espuma (y que a uno le lleva al poema “En la plaza” de Aleixandre, al que FRN dedica un poema en el xxv aniversario de su muerte), en segundo plano, entre uno y otros, la luz de la luna deja ver al poeta que vuelve a la playa, después de presenciar la escena del anciano, no sabe si gozoso o amargo y al final unos jóvenes (“luna y bronce en la piel”) que saltan por encima del fuego y no se queman: vejez, poesía, juventud.
 Wallace Stevens, un poeta querido de FRN, dice: “el poema de la mente en el acto de encontrar lo que se necesita”. La gruta y la luz es un libro herméticamente abierto, claramente oscuro, doblemente valioso por lo que dice y por lo que calla.  Un libro en donde entramos en la boca de lobo de la gruta y salimos vestidos de hermosura.
     


NOCHE DE SAN JUAN

Es música y es grito
esta noche de junio en las hogueras.

 Son ya casi las doce y un anciano
Avanza muy despacio hacia la espuma.

Entre espaldas que brillan
a la luz de la luna y de las llamas,
llega al borde.
Solo moja sus pies y retrocede.

Mira a su alrededor
y, pudorosamente,
envía con la punta de sus dedos
un beso hacia las sombras de lo alto.

Después  --ya en retirada--,
avanza por la arena,
llega al aparcamiento, coge el coche
y se pierde en el trafico nocturno.

Yo me vuelvo a la playa
con una sensación
no sé si es de gozo o amargura.

Unos jóvenes saltan, sin descanso
--luna y bronce en la piel--,
por encima del fuego.