Tuesday, February 27, 2018

TÚ PONES LA PIEL O LAS GRAMÁTICAS DEL CORAZÓN


                          

                                          TÚ PONES LA PIEL O LAS GRAMÁTICAS DEL CORAZÓN


Las gramáticas del tiempo
Francisco Javier Gallego Dueñas
Colección Helena, 2017

          Es su primer libro y trae la frescura de lo nuevo y la caligrafa temblorosa. Un primer libro es como el primer amor, en donde un beso no es un beso, es un mordisco, una rúbrica de saliva en los labios del amor y donde una palabra no pesa tanto como cuando ese amor muere. De jóvenes las palabras nos pueden, nos seduce y nos arrestan a veces al precipicio  de la prosa. La vejez te enseña que abrir una ventana no es sencillo y que las palabras tienen un precio que hay que pagar, como las heridas o las arrugas que aparecen en el alma y en el rostro. Dice el poeta:

En el poema,
las palabras, los ritmos,
las imágenes van y vienen.

Tú pones la piel.

          “Las gramáticas del tiempo”, de Francisco Javier Gallego Dueñas, necesita fijar esas “imágenes que van y vienen”, medir los adjetivos, salpicar el poema con más complementos directos y, en ocasiones, circunstanciales. Dejarse la piel. Porque cuando el poeta habla de “cosas del corazón” el poema se remonta, se hace como un pájaro que vuela sobre nuestros sentimientos y nos da sombra y nos ampara. El corazón es lo que queda. La poesía es eso, unas alas, un espacio de sombra y luz que nos acoge. La poesía no es un artilugio, ni un artefacto (como no sea para poetas “sociales” que el tiempo devora y olvida). La poesía son las cinco partes variables y las cuatro invariables de que consta una oración o un poema. Cuando se escribe de lo que se sabe, de lo que se siente, de la historia de uno es cuando aparecen poemas que justifican y hermosean este libro. Poemas como “La piel que habito”: “Madurar es darse cuenta de que / el traje que habitas es tu propia piel…” o “Legado” que es uno de nuestros favoritos:

                                 


          Damos la bienvenida a “Las gramáticas del tiempo” y a la voz poética que empieza a cantar a la vida y a la muerte y al amor esperando que el tiempo le acompañe a enriquecer esa voz. Un libro donde la “razón” a veces oscurece el sentimiento y aparecen poemas “metafísicos” y de hechura fría, que dan pan a las ideas y dejan hambriento el corazón . Esperamos que Gallego Dueñas escriba siempre el mismo verso pero con  “distinta agua”, aunque “a lo que no es un río llamas río”. Un agua que engarza con este poema, “La memoria del río” que fluye inundando nuestros sentimientos y ofreciéndonos a la poesía como un “cántico sin fin”:

                                           


 "Las gramáticas del tiempo" un libro con mucho "espacio" a la esperanza.  

Saturday, February 24, 2018







               

            Enseñando la Generación del 27 en NY.

Hablamos de lo frágil, de lo inerte,
del enigma que envuelve a la poesía,

sentimos con Guillén el mediodía,

sin nombrarla Salinas la hizo fuerte,


Cernuda os deslumbró y tuve suerte,

Diego fue el Duero y Lorca profecía,

Alberti iluminó de pedrería

lo que Aleixandre oscureció de muerte.


Quise trazar en campos de ceniza

un camino con más de dos salidas,

lejos del barrio gris y la maleza.


Cada día la nieve de la tiza 

escribía con sangre en vuestras vidas

un poema de fuego y de belleza.
                               

Wednesday, February 21, 2018

Redonda y blanca,de Antonia Alvarez


                         


                        ¿QUÉ ES REDONDA Y BLANCA?  UNA AVENTURA DE ALTURA

Redonda y blanca
Antonia Alvárez
Ilustraciones: María Merino
Bohodón Ediciones, Madrid, 2018.

          Un libro de poesía infantil es un tesoro: despierta en el niño su amor a la poesía, es una herramienta que enseña y divierte, un maestro al alcance de la mano. Un libro de poesía para niños aumenta el lenguaje, le da una visión del mundo que le rodea, le abre un mundo de fantasía y le enseña la musicalidad y el ritmo en el poema. Un lector infantil puede sentirse mejor acompañado, a veces, con un libro que con su hermano o con sus padres: el libro no miente, no engaña, no grita, no está de mal humor. Un libro de poesía, digamos como Redonda y blanca de Antonia Álvarez, chorrea claridad, transmite la verdad, envuelve al niño en una atmósfera de confidencia y puede ser, para el futuro, una de las bases de su formación.

Las constelaciones
son grupos de estrellas,
todas muy lejanas,
brillantes y bellas.

          Redonda y blanca, ya el título parece un acertijo, que tiene como personaje y pretexto a la luna va escalando sus diferentes “caras”, pero también el libro se ocupa de la vida y de la sociedad, del mundo que nos rodea. Es un libro de altura, celestial, casi divino si no fuera porque la luna a veces se constipa y hay que vacunarla. (Un poema que está de rabiosa actualidad y que sirve también para los padres. La gripe, en USA, se ha llevado cerca de noventa niños).

Para que no coja catarro la luna,
el doctor le ha puesto hoy una vacuna.
No llores, lunita, que no duele nada,
y de resfriados estarás curada.
Mira que en lo alto hace frío y hiela:
ponte la bufanda del polichinela.

          Una pequeña enciclopedia en la que aprendemos el significado de los días de la semana, los meses, las estaciones, las constelaciones, las relaciones del sol y la luna, los números, la mirada de la luna enfadada y dando gritos “porque ve como arde el bosque / y nadie, nadie la escucha, / y el fuego corre que corre”.

          Redonda y blanca no es un libro de poesía blanda o intrascendente es un libro para un lector inteligente, con un texto de impecable musicalidad, preciosas y atrevidas metáforas, rima y sentido común. La autora, licenciada en Filología Románica, poeta de nieves y lluvias, de melancolías y dulces sombras, usa un vocabulario enriquecedor, poemas breves, canciones para despertar el corazón del lector. Uno que es casi vegetariano agradece que el libro sea tan políticamente correcto desde el punto de vista “vegetal”, que enriquezca el vocabulario y la conciencia del niño al ver que hay vida sin hamburguesas.

La luna puso en la mesa
coliflores y espinacas,
tomates, ajos y puerros,
lechugas y calabazas.

Y en un frutero dispuso
manzanas, uvas y peras,
naranjas, limones, kiwis.
plátanos, moras y fresas.

Mira que bien se alimenta:
por eso está tan contenta.

    Una luna vegetariana y golosa, miedosa y cambiante, juguetona y feliz, triste y estudiosa, redonda y blanca. Y, sobre todo, una luna poeta.
  Un libro imprescindible en la primera biblioteca del lector más joven, que entronca con los mejores libros de literatura infantil. Redonda y blanca está primorosamente ilustrado por María Merino con unos dibujos cómplices con el texto, que alegra la mirada y ayuda a conocer y querer más a la luna y sus amigos.
         Un regalo lleno de vida y de poesía, de consejos y de amor que el lector infantil agradecerá. Un libro de altura que te hace crecer.



Tuesday, February 6, 2018

Del Diario


                       
        


         060218.- John vivió parte de su vida con su hermana. Irlandés, católico, soltero, frágil de cuerpo, con punzantes ojos azules, manos de mármol con finísimas venas azules, amable, delicado, siempre de traje y corbata era desde que se jubiló, el que abría y cerraba la Iglesia de Saint Agustíne, el que ayudaba a misa, el que pasaba el cesto de las limosnas en el ofertorio, el que leía la epístola y el que consolaba a los afligidos. Toda una vida dedicada a Dios, a la iglesia, a los demás. Nació en 1927 y ha sido testigo de muchos cambios en la iglesia, en su barrio de Brooklyn y en la sociedad.
          Hoy le han enterrado después de una misa concelebrada por dos sacerdotes y un diácono, bendiciendo con chorros de agua bendita y humo perfumado el ataúd de caoba. Ha sonado al Ave María, de Schubert y el Panis angelicus que escribiera Santo Tomás de Aquino, en la voz trémula y temblorosa de un viejo amigo de John. Acompañaban los restos mortales del guardián de la parroquia seis sobrinos y un buen número de amigos y vecinos, la mayoría gente mayor, achacosa y enfermiza. Una vez terminada la Misa de Resurrección el féretro, transportado por seis hombrones vestidos de negro, avanzó por el pastillo del templo. Una de las sobrinas-nietas, una rubia de unos 4 años, vestida con un abrigo verde (verde Irlanda) que se había soltado de sus padres, se puso delante de la cortejo caminando feliz y sonriente mientras que la hermana de John, en una silla de ruedas, como una dolorosa en un trono de soledad y los sobrinos llevaban los ojos llenos de lágrimas. La inocencia no teme a la muerte. La muerte nos conoce a todos.
          A la salida alguien repartía una foto de John de traje y corbata con dos fechas y su nombre. El irlandés que conoció muchas guerras, soltero, que se pasó toda su vida sirviendo a la iglesia: del latín al inglés, del esplendor a la decadencia, de un concilio a una revolución. En el atrio de la iglesia el celebrante, que era de la India, volvió a rociar con el hisopo del recuerdo el ataúd y lo envolvió en una nube de melancolía.  Mientras la comitiva se alejaba y se quedaba la iglesia vacía y oscura alguien pensaba, nublándosele la vista y sintiendo como si le estuvieran dando garrote vil en su vida, en el día en que le rocíen su cuerpo con fuego y olvido. Dentro de un tiempo el recargado ataúd caoba será aserrín y lo que guardaba será ceniza. Sale uno a la mañana cruel y luminosa de febrero y respira su luz con ansias y camina a tu lado rozando tu tristeza. 
         Y se pregunta: ¿Qué será del que quede de los dos?


Saturday, February 3, 2018

In tempore belli.


                                                    



                                                          Facilius in morbos incidunt adulescentes,                                                                                                 gravius aegrobant, tristius curantur. *
                                                                                                  
                                                                                   De Senectute, Cicerón


                         JARDIN 

Del esplendor de entonces nada queda.
La nieve ha silenciado el fuego del jardín,
las rosas bautizadas por la hermosa mirada
del jardinero muerte, convirtieron su esencia
al deseo pagano, apóstata la espina de su agua.
La casa se reviste de polvo venenoso
y la hierba del ocio florece entre la plata:
una lengua de ruina lamiendo los retratos.
Se acerca a la ventana lentamente
y descorre el visillo que tiembla polvoriento,
mira el jardín helado y maldice su suerte.
Siente un puño de sangre entre sus venas,
una rosa de ira entre su pecho,
un tiro entre la nuca despejada
y cierra la ventana para siempre.
De espaldas al jardín la luz es una gasa
que le ciega su firma y su palabra
abriéndole una deuda con la vida.
Tan sucio está de soledad y barro
que ya no ve la rosa del verano
que sentencia con fúnebre perfume
su desahuciado nombre en la navaja.
La azada de su sexo ya oxidada
no llegará a estrenar la primavera.



De In tempore belli. 1999.

Los jóvenes caen en la enfermedad más fácilmente, sufren más y son más difíciles de tratar.