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En el metro de vuelta a casa, después entregar las notas finales, comienzo a hojear Doña Inés, de Azorín. Durante el curso habíamos trabajado el capítulo titulado “La carta”. Del libro recordaba, claramente, el final: “Y acaso en el jardín, bajo el venerable y amado ombú, cobijado en su sombra apartado del bullicio, hay un niño –otro futuro poeta--, un niño huraño y silencioso, con un libro en la mano”. Cuando leí este párrafo yo era casi un niño y estudiaba bachillerato. Recuerdo que por un lado me reconocí -siempre he estado rodeado de libros—pero por otro lado sabía que yo no era ese niño porque tuve que mirar en el diccionario la palabra “ombú” que desconocía y me distanciaba del texto. En Toledo sólo había cipreses, almendros y alguna acacia. Por esa época mandé a Azorín un ejemplar de su Don Juan publicado en la colección Austral para que me lo firmara. Días después recibí el libro firmado y fechado con una letra un poco tambaleante, como hormiguitas desorientadas. También escribió la dirección del sobre. Me compré el libro con las trescientas pesetas que gané en un concurso de cuentos de Navidad cuando yo tenía once años. Por algún sitio todavía tengo el recorte amarillo y lleno de tiempo y algo apolillado del periódico local con la noticia. Fue la primera vez que vi mi nombre y apellido escrito en “imprenta”.
* HB siente que el sello "Biblioteca de HB" tan pretencioso e infantil estropee la magia de la dedicatoria de Azorín. HB tenía en aquella época once años y encargó a Barcelona el sello que en realidad eran dos: uno con "Biblioteca de" y el otro con "HB".
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