El arte de quedarse solo. Diarios 2015-2016.
José Luis García Martín.
Biblioteca de la memoria. Renacimiento, 2017.
The trouble is not that I am single and likely to stay single
but that I am lonely and likely to stay lonely.
Charlotte Brontë
¿Es la vanidad la mejor medicina para curar (o empeorar) la soledad de la que el diarista hace gala? ¿Es un estado civil el estar solo? ¿Es la soledad el amante secreto e imposible que nos desnuda de terror en la noche? ¿Fingimos soledad, como quien finge inteligencia?
Un diario puede ser una novela, pero es más un testimonio, puede ser una oportunidad para que el diarista muestre su talento pero debería ser el reflejo de lo que parece que no tiene importancia, que no es noticia, de lo mínimo. Y que el tiempo, que no tiene prisa, se encargue de elevar los pequeños detalles a categoría de documento.
García Martín es un pionero en el arte de escribir diarios. Fue en 1989 cuando apareció el primero. En los setenta publicó Jugar con fuego, una revista hecha en su casa y editada por él mismo que la editorial Renacimiento ha reeditado en una preciosa edición facsímil, de portada roja, y que constituye un documento de parte de la historia de la literatura española de la época.
Un diario es un poco “el hombre del tiempo” de la vida, que predice lluvias, aguaceros, diluvios, tormentas y nevadas, que son siempre las mismas pero con distinta agua, que pasan, mojan y dejan un olor a tierra mojada.
Los diarios de García Martín no constituyen una novela en marcha como otros diaristas pretenden que sean sus obras. Sus diarios gozan de una flexibilidad e independencia que permite abrirlos al azar y quedar enganchado. Son como pequeños mundos introducidos por un subtítulo que sirve de guía. Subtítulos que, en ocasiones, son por si mismos metáforas o aforismos.
Un diario escrito sentado en la mesa camilla es como un desnudo pintado de memoria en el estudio. Un diario hay que vivirlo, a veces sudarlo y siempre sentirlo. No debe ser un balcón donde el diarista se asoma a ver la vida que pasa. Debería ser un camino por donde el diarista comparte su mirada con todo lo que encuentra a su paso.
El arte de quedarse solo está escrito alrededor del mundo En la mesas de los cafés, con ruidos y miradas furtivas, apuntes en letra nerviosa, citas imposibles, material perecedero. Cuándo el diarista escribe sobre la soledad ¿está solo o acompañado de una mala compañía? ¿Qué máscara lleva puesta el escritor al ser un artista en el difícil arte de quedarse solo?
El libro irrita, sorprende, hace sonreír y sentir admiración por el autor y despierta un irresistible deseo de seguir leyendo. Como ya hemos dicho otras veces los diarios de García Martín son únicos en su género: críticos, novelescos, poéticos, íntimos, viajeros, políticos...
Porque García Martín puede ser: Vanidosamente modesto, descortésmente puntual, insultantemente laborioso, disparatadamente cuerdo, religiosamente ateo, egoístamente generoso, ferozmente tierno, exhibicionistamente secreto, pacientemente acelerado, torpemente sabio, amargamente sabroso, apasionadamente frío, desesperadamente feliz.
Uno termina de leer “El arte de quedarse solo” enriquecido, con una visión distinta del mundo. Y hasta de uno mismo. Así en la página 152, el jueves, 21 de enero, el diarista da cuenta de la presentación de un libro y dice: “Presento el nuevo diario de Hilario Barrero, mi gentil anfitrión en las errabundias neoyorquinas, y mientras él lee o suena la música de trío que nos acompaña, tomo notas para un manual que alguna vez me gustaría escribir”.
Como dice Abelardo Linares, en las palabras preliminares (uno de los mejores retratos que uno haya leído sobre el diarista) "hay escritores que constituyen por si mismos un género literario. Es el caso de Quevedo, de Unamuno, de Borges. Que es el caso también, salvando las distancias, de José Luis García Martín". Que sea para bien.
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