Pasa el cortejo. Un niño es centinela
y aunque no lo comprende todavía
el tiempo le dirá que es la poesía
lo que le angustia y a la vez le encela.
Ve de los toldos la ondulante vela,
el tomillo vibrante de alegría,
la luz le llena de melancolía
y Dios es una llama que le hiela.
Es Toledo su muerte y es su clave,
norte, final, encrucijada y centro,
misa de doce, padrenuestro y llave.
Vuelve mayor y salen a su encuentro.
Le pesan los recuerdos, pero sabe
que hay otra procesión que va por dentro.
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