CEMENTERIO CIVL
Cuando tuvo que ir a la fosa común
a rescatar lo que una guerra le robó
un pañuelo empapado en colonia
le ayudó a perfumar el hedor de la muerte.
Mientras iba contando ejecutados,
descifrando lesiones, contando cicatrices
se acordaba siempre de su madre,
de los siete pañuelos
bordadas en azul sus iniciales
que luego con la Peste
fueron vendas para cubrir heridas,
mordazas para acallar los gritos,
cuerdas para apresar la luz que le cegaba.
Entonces aprendió que en cualquier guerra
la muerte es perfume que te lleva a la vida,
que el amor es condena que te arrastra a una fosa privada,
que no hay pañuelos suficientes
para limpiar la ausencia de una madre.
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