Wednesday, May 29, 2019

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INVITACIÓN A LA MEMORIA
  El quehacer de Hilario Barrero (Toledo, 1946) es cuajado y coherente. Despliega su largura en géneros simultáneos hasta completar un gran mosaico donde los espacios reflexivos son similares porque el álbum mental y la sensibilidad del yo están siempre entre líneas. Se exponen, contenidos en el fondo de la mirada, los ángulos de su relación con el mundo.
  En el trayecto indagatorio de la escritura, su tesela mayor es la poesía. Es una constante de su personalidad y una pieza singular que inicia camino en plena década novísima con el cuaderno Siete sonetoseditado en 1976, apenas un par de años antes de comenzar su estancia en USA, para dedicarse a la enseñanza, primero en la universidad de Princeton y después, como profesor titular, en  la de Nueva York. Esa lejanía geográfica es soliloquio y experiencia en los diarios, así que el laberinto urbano de Brooklyn nunca queda lejos. Basta con tender la mano a la autobiografía para que la añoranza se transforme en descubrimiento; para sentir al poeta recrear el discurrir o regresar al azul claro de la infancia, como si los días fuesen pasos de retorno y necesidad de buscar el origen.
  En la aurora de Siete sonetosopta por la habilidad métrica de las formas cerradas para compartir la constante vigilia del enamorado y su propia lumbre sentimental. Después asume un estar invisible que no se quiebra hasta 1999, en el umbral del siglo, cuando el poemario In tempore belli consigue el Premio Gastón Baquero. El título remite de inmediato a la bellísima música del maestro Josep Haydn y en sus poemas no faltan algunos elementos básicos de Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca, no en su filiación surrealista ni en el utillaje formal, porque Hilario Barrero busca la claridad expresiva, sino en el concepto del miedo y la superación de conflictos personales. El ideario poético se ha renovado y el protagonista verbal intensifica su pupila observadora en la que confluyen niveles temáticos dispares.
   El profesor Barrero se presta a recorrer un nuevo tramo a paso lento del que son reflejos Luz Ilesa (2008), Agua y humo (2010) y el poemario Libro de familia, que recoge composiciones escritas entre 2001 y 2011 y que me parece, sin discusión, el libro más representativo del autor. El volumen aporta una introducción de José Muñoz Millanes. El análisis concede al discurso lírico un enfoque existencial que yo comparto: la escritura no es sino el reiterado intento de responder a las cuestiones centrales del existir y los efectos quebradizos del tiempo; también sondea enlaces con el verbo poético de Robert Lowell, otro acierto sin duda porque la práctica de traductor, bien representada en las versiones de Lengua de madera y en La esperanza es una cosa con alas, reciente traslado al castellano de los poemas de Emily Dickinson, hace que su inmersión en el espacio lingüístico norteamericano sea un quehacer natural. En diciembre de 2o17 y en edición no venal el poeta publica en "Cuadernos de Humo" su última estación poética, Blending, término que podría traducirse como fusión o ensamblaje. Los breves poemas muestran afinidades con el fragmento aforístico y en ellos se cobijan el simbolismo del viaje y la persistencia de lo transitorio.   
  No he hablado hasta ahora del talento plástico de Hilario Barrero. Es una cualidad que suma imaginación y belleza; dota a sus creaciones de un onirismo que trasciende lo real abriendo una dimensión más amplia. Lo vemos en las cubiertas de la colección Cuadernos de Humo, primorosamente editada, y en Tinta china, una compilación de haikus, con ilustraciones realizadas por el propio poeta. En ella reflexiona sobre la claridad expositiva: “Que el verso sea / como una doble llave/ abriendo heridas”; son palabras que refuerzan el techo comunicativo y no borran en su diálogo la sensación de intimismo y apertura de sentido. Eje argumental es el transcurso que requiere el testimonio sensorial de la palabra. Cada haiku sirve de acogida a un fragmento de lo transitorio, una realidad matérica que desperdiga indicios en el tránsito diario, pero también se abordan ideas conceptuales, definidas en sensaciones y sentimientos que establecen puentes relacionales entre el acontecer y las cosas. Hilario Barrero deja en Tinta china casi un centón de haikus. La estrofa exige siempre lucidez, precisión verbal y ese deslumbramiento que convierte al verso en  un relámpago, en una caligrafía de luz que se refleja sobre el suelo mojado del poema: “Sobre el papel / llueve sobre mojado / el último haiku “.
  Ya he comentado que la entidad de Hilario Barrero es trasversal, se desdobla en facetas que no crean entre sí ninguna controversia; pero yo seguiré poniendo el acento esdrújulo en su poesía. En su antología poética Educación nocturna se reúne una muestra de  poemas de las entregas citadas, pero camina con otros pasos, como si hubiesen decidido componer una amanecida unitaria que suena a nuevo libro; así lo resalta José Luis García Martín en el prólogo. Los apartados exploran reincidencias definidas: la autobiografía personal, el descubrimiento del deseo, el modo subjuntivo como acción posible  del discurrir y el espacio habitable de lo urbano donde siempre es posible vadear las aceras de la extrañeza ante los estímulos externos que la configuran.
  Su voz lírica asimila conocimiento intelectual, tejido emotivo y la necesidad de vivir en la temporalidad que tienen las palabras necesarias, las voces del poema.  La escritura es una forma de recuperar la casilla de salida. Se vuelve al principio para mirar el fondo del vaso y construir con los versos una autobiografía moral. La poesía camina hacia fuera y nos deja en Educación nocturna un relato poetizado de saltos temporales, como si solo buscase en lo vivido los momentos clave. Por ello, los poemas no pueden exiliar evidencias  traumáticas de nuestro tiempo como los atentados el 11 de septiembre de 2001, hito macabro del terrorismo que marca a fuego una relación tormentosa con el horror. Testigo de aquel apocalipsis, sus efectos interiores están en poemas como “Septiembre, 2002”, “Ciclón”, o  “Turistas buscan el World Trade Center”; también el sida como epidemia bíblica dibuja su gris retablo en otros versos. Al cabo, la educación nocturna, ese largo aprendizaje de la decepción es el ensayo de una despedida, la aceptación de que el sujeto va fijando contornos y vivencias que antes o después quedarán inadvertidas y en silencio, fuera de plano, donde el mar termina.
  El cauce autobiográfico de los diarios arranca en 2003 con la entrega Las estaciones del día. Es el amanecer de una literatura del yo que va sembrando estaciones con notable regularidad: De amores y temores (2005), Días de Brooklyn ((2007), Dirección Brooklyn (2009), Brooklyn en blanco y negro (2011), Nueva York a diario (2013),  Diarios 2012-2013 (2015) y la presente coda, Prospect Park, que circunscribe las anotaciones biográficas de 2014 y 2015. Al repasar la cartografía diarística se percibe de inmediato la reiteración verbal del topónimo Brooklyn. El barrio neoyorkino adquiere entidad propia, se hace síntesis geográfica de lo cotidiano; es nudo vivencial capaz de aglutinar los relieves de la identidad. Como apunta la cita inicial de Prospect Park, extraída del libro La librería ambulante de Christopher Morley, “Brooklyn es la región de los hogares y la felicidad”.
   En esa sabiduría de lo modesto se asienta Prospect Park, un refugio urbano que regala al paseante un sosiego callado que anticipa la escritura. Quienes han seguido los sucesivos andenes del diario hallarán en las páginas de Prospect Park el aire familiar de los estratos, aunque se acrecienta la mirada crepuscular que acaricia las cosas con luz de otoño. Las ausencias de amigos dejan marcas profundas y resulta perturbador el cauce de lo mudable; el propio cuerpo es espejo asomado a una sensibilidad en conflicto, donde la muerte expande su rumor como un pájaro negro y cercano. Casi inadvertida, la vida se va nublando y deja una sensibilidad crepuscular. En ella, “la vejez, como lluvia tenaz y avariciosa, va borrando, con su lengua de trapo nuestras miradas. La casa, antes jubilosa, es ahora una celda donde el silencio es el abad. Se van muriendo los seres que amaste y los que quedan se van haciendo viejos”.
  En los fragmentos autobiográficos de Prospect Park la escritura respira hondo para dar solidez y permanencia al caminar de la memoria, siempre atenta a esos núcleos básicos que son el amor, la existencia cotidiana y la muerte. Es el tiempo de repasar las luces y sombras como materia obligatoria para poner en marcha un nuevo día. La senectud asienta en el pecho la certeza de que se va acercando el final de trayecto. Por eso es prioritario hacer de cada instante un sendero de luz cuando anochece y “No pedir nada más: solo el temblor tibio de tu mano en  la mía y que venga la noche y luego que amanezca. Solo eso”                                                      


                                         
                   (Presentación del diario Prospect Park de Hilario Barrero, 


 Casa de Fieras del Retiro, Madrid, 28 de mayo de 2019)

Sunday, May 12, 2019

ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

El corazón es un parque, el último Diario de Hilario Barrero

El escritor toledano presenta «Prospect Park» este martes, 14 de mayo, a las 19 horas, en la Biblioteca de Castilla-La Mancha

Actualizado:

El poeta y traductor Hilario Barrero (Toledo, 1946) acaba de publicar su último diario (que hace el octavo) que lleva como título Prospect Park (2014-2015), el nombre del parque neoyorquino situado en el barrio donde vive. El libro será presentado el próximo 14 de mayo en la Biblioteca de Castilla-La Mancha.
Los diarios tienen la virtud de la fragmentación, es decir, que no sucede como con las novelas, que se pueden hacer cortas o largas y exigen una continuidad en la lectura para desvelar su desenlace. Los diarios son como bolsas de caramelos en las que hay de distintos sabores (de fresa, limón, plátano…), de modo que permiten la lectura interrumpida y cada entrada ofrece un sabor distinto.
En la literatura ha habido grandes diaristas, como Kafka y Tolstoi, y, entre nosotros, Josep Pla e Ignacio Carrión (que es uno de mis favoritos). Es obvio que los diarios tienen un aire personal, por eso el autor debe esforzarse para que los acontecimientos de su vida y sus pensamientos trasciendan la experiencia subjetiva y afecten y conmuevan a los demás. Hilario Barrero es un maestro a la hora de lograr este objetivo.
Un niño en el parque
Un niño en el parque- H.B.

En este diario no sólo aparecen algunas estampas de la vida cotidiana del autor en Nueva York, sino sus grandes pasiones, como los viajes, la música clásica y la ópera, la fotografía, la afición por la literatura y, en particular, por la poesía (es lógico, ya que él ha sido profesor de español y literatura en Nueva York) , su visión de ese ingrediente básico de la felicidad (como sostenía Epicuro) que es la amistad y también la importancia del amor, que es el Atlas que sujeta el mundo. Se trata, por tanto, de un diario con una importante información cultural y además emocional, donde se entremezclan aforismos («La soledad es un sol envejecido»), vivencias (como la muerte del perro de una amiga), lecturas, recuerdos (como los de su juventud toledana), miedos (cuando se rememora el pasado -en el que aparece la sombra del sida- y se piensa en el futuro desde la llegada de las sombras de la vejez), sensaciones, la difícil climatología neoyorquina, deseos, su amor al Greco, etc.
En este diario aparece un Hilario Barrero que es tres en uno, porque es prosista, poeta y ensayista. Pero si alguno prevalece de los tres es el poeta. Su lirismo se pone de relieve en especial en las descripciones y en algunos temas que son abordados con una especial sensibilidad. Esto hace que sea conveniente leer este libro con varias velocidades. Por emplear el símil de las marchas de un coche: a veces se lee con ritmo de prosa, más rápido, en cuarta o quinta, pero a veces es conveniente ir a otra velocidad más lenta, como exige la poesía, en segunda o tercera. Es en este punto en el que su narración se convierte en prosa poética («es una luz que habla como por señas, moviendo los dedos como si fueran pájaros»).
También quisiera destacar dos ideas, que están presentes al comienzo y en el tramo final de este Diario. El primero es el compromiso de Hilario Barrero con la divulgación de la poesía, como se pone de relieve con su importante labor como traductor (traducir es «cubrir con otra piel un cuerpo que, generosamente, alguien te pasa») y en la edición, pues es el editor de algunos libros y de una revista titulada «Cuadernos de humo».
El segundo es un hecho fundamental que aparece en su vida profesional a finales de 2015: la llegada del júbilo de la jubilación, que marcará un antes y un después. Quizá las páginas más emotivas sean las que tiene que ver con este hecho, con el tener que despedirse, después de tantos años, de su despacho, de la vista que tiene desde él, de los compañeros de la Universidad, de los libros que manejaba en la docencia, pero sobre todo de la vida y la ilusión juvenil por aprender que supone estar en contacto con los alumnos.
Pero siempre la redención viene del amor, que es el que ayuda a dar sentido a todo: «Pero tengo suerte. Los de dentro, los que se quedan en el laberinto intentando subir de escalafón no saben que tú me estás esperando. ¿Qué más puedo pedir?». El amor es el principal justificante de todo. Como afirmaba Claudio Rodríguez, largo se le hace el día a quien no ama. Hilario ama y mucho.
Este diario del toledano es una maravilla no sólo desde un punto de vista literario, sino porque lo que dice nos ayuda a ser mejores, nos enseña a valorar lo importante de la vida. El libro engancha y conmueve. Los acontecimientos de la vida que narra muestran el corazón de un poeta en el que el amor está en un primer plano. Hilario Barrero sabe que lo primero es el amor («amar es aproximarse a ser la unidad imposible») y luego viene todo lo demás, el mundo repetitivo de lo cotidiano. El amor, que fue el que le llevó a vivir a Nueva York, es incluso el que sostiene la cultura: «Me moriré feliz porque lo único que supe de verdad en la vida fue saber de ti». También afirma que «nosotros dos, como dos árboles viejos y llenos de pájaros y de recuerdos, de frutos y hogueras permanecemos, abrazándonos cada noche como una necesidad por si a la mañana siguiente uno de los dos no se despierta que el otro no olvide el último abrazo». Prospect Park es uno de los mejores libros que he leído últimamente.
Podríamos decir que este diario, utilizando el título de un célebre poemario de Luis Rosales, es como una casa que tiene la luz encendida, porque en él está palpitando la vida de quien lo escribe, que es también para nosotros como la luz de un faro, porque también nos orienta y nos abre más los ojos.
H.B.
H.B.
H.B.
H.B.

ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Intérprete del temblor

«Prospect Park» no es poesía, es un diario en prosa, pero la emoción aparece a cada instante

Actualizado:
«Había una vez un hombre con una lengua de madera/ que intentó cantar...». Así comienza el poema de Stephen Crane que da nombre a la breve antología poética escrita hace años por Hilario Barrero. El poeta toledano es un gran traductor, como se comprueba con la lectura de su libro «Lengua de madera», en el que traduce al castellano a los más prestigiosos poetas ingleses y americanos. Yo lo propondría como libro de texto en Primaria.
Barrero tiene un talento especial para la compleja tarea de la traducción. Porque no basta conocer a la perfección la lengua de origen, hay que ser intérprete del temblor, de la emoción que subyace en todo acto poético. «Quien consigue traducir como poesía un poema, ese es poeta», dice Antonio Rivero Taravillo, escritor, traductor, ensayista y poeta sevillano. Y eso hace Barrero.
Porque su lengua no es de madera, nada es inerte en este poeta cuyos Diarios son ya un referente en el panorama literario español. Su lengua es carnosa, sensual, tierna, erótica, irónica, «fieramente humana», y con ella saborea la vida y la muerte, la juventud perdida y la vejez que tanto le atormenta. Y el amor, «prima donna» de su obra.


Ahora, el escritor llega a España, y a su querido Toledo, con «Prospect Park», su octavo Diario, que el próximo martes, 14 de mayo, a las 19 horas, presentará en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Esta, su última obra no es poesía, sino prosa, pero el temblor aparece a cada instante, en cada página: «Tiemblan las ramas desnudas de los árboles como si fuesen a ser fusiladas».

Friday, May 3, 2019

jueves, 2 de mayo de 2019

HUELE A MES DE MAYO

ACABA de brotar la primera rosa del año en el rosal que M. plantó hace más de veinte años de un esqueje del rosal que su madre tenía en la huerta. Este año va retrasada la floración. Durante estos veinte años las rosas de M. fueron puntuales a la cita con la primavera. Huelen a mes de mayo. Una sola rosa de M. tiene más aroma que el rosal de flores amarillas que está al lado. Las rosas amarillas, qué tienen más espinas, duran menos.

UNO se pasó parte de la tarde mirando a las golondrinas trazando la geometría variable de la naturaleza. Lineas, ángulos, figuras en el espacio. Sus hermanos menores los aviones comunes trazan círculos y lineas quebradas. Ambos conviven en el espacio y el tiempo. La tarde invitaba a la reflexión. ¿Lo oyes? es el silencio de la naturaleza.

CUENTA Hilario Barrero en Prospect Park, diarios 2014-2015, que en uno de sus paseos por el Fomentín de Gijón encontró unas casetas con libros de segunda mano. "Le comenté al librero, un hombre de bigote generoso, barba de chivo, ojos de librero y fumador sobre las primeras ediciones de Camilo José Cela, me dice que las tiradas de los libros del Cela de los últimos años, después del Nobel, eran de cien mil ejemplares y de ahí que una primera edición se venda a cinco euros". Una explicación bien sencilla de la oferta y la demanda.

HILARIO Barrero le comenta al librero un exlibris  que le llama la atención  "Es más difícil guardar libros que guardar doncellas, porque si ellas son recatadas y honestas, al llevárselas, chillan; pero el libro se lo llevan y no puede chillar. Soy de Luisa Balanzat”. El librero le dice: veo que no es usted de aquí. Esta señora tenía tres mil volúmenes y era muy conocida en Gijón, todos los libros llevaban el mismo exlibris.

EL librero se parece mucho a uno al que en cierta ocasión le vendí algunos libros, que por cierto, me los pagó bastante bien, entre ellos Rayuela. Era un librero bastante desabrido. En cierta ocasión me contó F., con cierto retintín, que según el librero de luengos bigotes, la feria del libro antiguo de Oviedo resistiría mejor que la de Gijón el paso del tiempo. Al año siguiente se dejó de celebrar también la de Oviedo. El tiempo pasa hasta para lo antiguo.

"AHORA los libros de la señora Balanzat no son de nadie. Están ahí apretados unos a otros, dándose cobijo y compañia, tal vez añorando la caricia de la dueña, mientras van de ciudad en ciudad, de olor a mar a olor de estepa, esperando una mano " de nieve que se los lleve y les dé un techo porque, como sabemos, las doncellas ya no chillan".  Prospect Park (Hilario Barrero). Un placer la lectura de los diarios de Hilario.