GUILLERMO MARCO REMÓN: RELOJERO DE UN TIEMPO LENTO
UN POETA A TENER EN CUENTA
Gracias a José Luis Morante me ha llegado la voz de Guillermo Marco Remón (Madrid, 1997) recogida en Otras nubes, accésit del Premio Adonais, 2018. El libro viene dedicado con unas palabras: “Para H. con quien comparto el gusto de llevar un diario y la poesía”. Si no hubiera llevado esta dedicatoria, que es una gozosa advertencia, uno hubiera dicho, al hablar de la poesía de Marco Remón, que la mayoría de los poemas son como entradas de un diario, o al menos de algunos diarios en los que destaca la poesía. Hay poemas que cuentan historias, con cabeza, cuerpo y extremidades, con sentido común, tan difícil de encontrar en estos días en poetas jóvenes, con un “mundo” que es lo que todo poema debería tener: un deslumbramiento que te deje encendida la mirada, un resplandor que avive la llama del corazón, con gente como usted y como yo. Como esa panadera de Puerta de Argarda que es el personaje de uno de los más emotivos poemas del libro, a pesar de las repeticiones:
CON azúcar
en las yema de los dedos
pedí otra napolitana
-debía de tener la cara de su hijo,
pues me trataba con la simpatía
de quien supone caracteres similares a rostros
similares-.
En su mirada
una pequeña ciudad se adormecía
y su corazón parecía lleno de polco de mudanza
y de olor a rejilla de Metro.
Le pregunte que por qué no combatía la ingratitud
con ingratitud.
Me contó que era incapaz porque sabía, como yo y
otros que repetían napolitana,
que de niña le ponían contenta los huevos de las
gallinas contentas.
Otras nubes es un primer libro y casi no se nota. El poeta tiene un estilo propio. Casi todos los primeros libros son, en el futuro, una carga de la que muchos poetas se quieren deshacer de ella. (No solo son una hipoteca los primeros libros. Hay poetas consagrados que son muy generosos e inseguros a la hora de cerrar un libro. La mayoría pecan de generosos y, casi siempre, sobran poemas).
Otras nubes es un libro que el poeta dedica a su madre que es personaje vital. El libro tiene una fuerte carga autobiográfica, (con un poema titulado “bibliografía) pasión, ternura, una mirada doméstica inquisitiva, profundamente reflexiva, con un alto nivel en manejar los sentidos: imágenes auditivas, olfativas, visuales, táctiles. Y también cuenta con la pesada carga de las dudas en el amor.
DESPUÉS DE UN AÑO
NO TENEMOS NADA EN COMUN
MI testamento en ti
es ese gesto que me has tomado
cuando te enfadas y me reprochas,
con el mismo manotazo mío,
las cosas en las que no nos parecemos.
La poesía de Marco Remón Un libro capta detalles, instantes, que el poeta convierte en sorprendentes metáforas, a veces casi greguerías. No en balde el título está tomado de Automoribundia, de Gómez de la Serna. Un libro en el que uno se ha entusiasmado con los poemas “largos”. Abunda el libro en poemas breves y uno los clasificaría en tres grupos: los que parecen bosquejos, apuntes rápidos en blanco y negro; otros son como chispazos en un día de sol, te deslumbran y te ciegan los ojos del alma y algunos que son maravillosas obras de orfebrería. En los más extensos destacamos, entre otros, “POR ÚLTIMO”, “LA HISTORIA ES INJUSTA REPARTIENDO ETERNIDADES” , “TODOS NOSOTROS” y “PADRES DIVORCIADOS”.
CUANTO TIEMPO PASAMOS
DANDO CUERDAS A LOS RELOJES.
ASI mi vida
seca como la piel del pulgar
de un relojero:
tu tiempo, un gajo de mi corazón.
Otras nubes es el tipo de libro que a uno le gusta y con el que disfruta. Poesía de andar por casa, cotidiana, honda, reflexiva, en donde el sarcasmo y, en ocasiones, la socarronería y el sentido del humor, hacen del libro un manual de astucia soterrada, un diario, casi una novela. Y, sobre todo, un libro que nos da a conocer a un poeta que, en vez de degradar la poesía, jugar con ella y profanarla, (como hacen algunos) la engrandece, le da el lugar que le corresponde: canto, sentimiento, verdad, emoción, lenguaje del alma, oración, muerte, vida y amor. Un poeta al que debemos tener en cuenta para que vuelva pronto.
A GUILLERMO PARA QUE VUELVA
NOS sentábamos en la colina
para ver el atardecer
(crepúsculo tiene las mismas sílabas
pero el peso de un lector afectado).
El cielo se manchaba del color de las amapolas
y ellas cabeceaban asintiendo la primavera.
No me extraña que los griegos pensaran
en las nubes como el apartamento de los dioses:
parecen el mobiliario del cielo.
Y seguíamos hablando y hablando
sobre cuál era la probabilidad
de que un funcionario se traspapelase a sí mismo
o sobre las dos eternidades
(el fuego del infierno y el olor a mandarina en las manos).
Y como si tu voz meciese un visillo, terminabas:
Me has malinterpretado correctamente.
Tus comentarios eran mi compañía, Guillermo;
las sillas nos dejaban marcas en las piernas
y hubiera preferido un indicio
–quizá en la manera en la que te reías con cara de llorar–
que anunciara tu mudez antes de que desaparecieras
para hundirte en el espejo.