Saturday, October 12, 2019

Del diario

     





111019.- Vamos subiendo por Broadway desde la calle 72 hasta la calle 96; al pasar por la calle 90 giro la vista a la derecha y me fijo en la primera casa de la izquierda, la número 215 donde vivió el profesor y crítico José Olivio Jiménez. Una casa que fue la embajada de la poesía y el hogar de muchos poetas. Allí estuvieron Brines, Bousoño, L. A. de Villena, Claudio Rodríguez, Gil de Biedma, algún poeta de la experiencia y José Hierro que en su Cuaderno de Nueva York hace un homenaje, a manera de dedicatoria, a la casa: “A José Olivio Jiménez porque en su casa fraterna – West Side, 90 Street—cercana al Hudson se me apareció mágicamente la ciudad de Nueva York”.
Yo tuve la suerte de visitar al profesor en varias ocasiones. La primera vez fue una visita frustrada. Quedamos que iría a tomar café y a enseñarle unos poemas. El portero, que era hispano, me dejó subir cuando le dije que iba a ver al profesor Jiménez. Al llegar al cuarto piso, a la salida del ascensor había un pequeño recibidor con una mesa y un espejo y posiblemente un paragüero, que servía de antesala para las viviendas del rellano. Toqué el timbre y esperé un rato, al no tener respuesta y temiendo que el profesor estuviera ocupado o durmiendo la siesta, volví a coger el ascensor, no sin antes dejar en la puerta el manojo de poemas, y me volví a casa.
La segunda vez tuve más suerte. Me recibió y estuvimos toda la tarde hasta que anocheció. Había leído los poemas y me estuvo hablando de ellos. Recuerdo que se acababa de afeitar o eso me pareció y olía a after shave de limón. Me regaló unos libros que me dedicó. Cuando me iba a ir llegó Dionisio Cañas, que también me dedicó un libro. Tuve la suerte de asistir a un curso dedicado a la Generación del 27 y conservar sus apuntes que me sirvieron para mis clases y para mí mismo. Nadie como el profesor Jiménez hablando de Aleixandre o de Cernuda, sus clases eran contagiosas, rebosantes de emoción, conocimiento, precisión, sabiduría.
Tengo un recuerdo imborrable que marcó mi vida para siempre. Había acabado un libro de poemas que había estado escribiendo durante casi 20 años. Conocía la poesía del cubano Gastón Baquero y me enteré de que, para mantener vivo su recuerdo, instituían un premio de poesía con su nombre. Aproveché un viaje a Toledo para ir a Madrid con una de mis hermanas y pedirle que, mientras yo la esperaba en un café, se acercara a la Editorial Verbum que dirigía (luego lo supe) el poeta cubano Pío Serrano, y les entregara el manuscrito que llevaba como lema Arcipreste de Bruklin. Solo ella lo sabía y le pedí que guardara el secreto. Y pasó el tiempo.
Un día, Celia Pérez-Ventura, una compañera de la Universidad, me invitó a un acto “muy importante, al que no puedes faltar y en el que va a hablar el profesor Jiménez”. Aparte del profesor estaban otros catedráticos, entre ellos la doctora Reisz, y todos los alumnos seguidores de José Olivio. Se notaba que algo iba a ocurrir y, sobre todo Celia, a la que llamábamos la Madre Superiora, por su energía, generosidad y dotes de mando, estaba muy excitada. Después de unas palabras de saludo, el profesor Jiménez, anunció públicamente que el libro de poesía, “In tempore belli”, presentado bajo el seudónimo de “Arcipreste de Bruklin” había ganado el Primer premio internacional de poesía Gastón Baquero. Esa noche, lo recuerdo vívidamente, no pude dormir y me la pasé en vela.
Volví al cuarto piso de la calle 90 oeste, número 215 muchas veces más. Una vez viniste tú, que como cubano teníais muchos puntos de contacto. Le grabaste varios discos compactos con boleros que era una de sus debilidades y os pasasteis la tarde enhebrando recuerdos con las voces de fondo de Toña la Negra, Olga Guillot, el trío Los Panchos y muchos otros.
Jubilado y aquejado de unos horribles dolores de espalda,  José Olivio se fue a vivir a Madrid. En otro de mis viajes fui a saludarlo. Fue la última vez que lo vi.
Dicen que murió, pero su legado, sus apuntes, su amor a la poesía, su magisterio siguen vivos y cercanos. Hoy al pasar por el barrio y llegar a la calle 90 lo he vuelto a ver sentado en uno de los bancos del cruce con Broadway, en donde a veces nos reuníamos para hablar de poesía.



Thursday, October 10, 2019

cuatro maneras de mirar un mamey. letania

                    Cuatro maneras de mirar un mamey. 
                                     Letanía. 






1
La piel rugosa, un óvalo de barro, 
lija cubana que acaricia el viento,
envoltura de arcilla perfumada,
frágil coraza protectora de carne ensangrentada,
quebradizo joyero que custodia un diamante.
























2
Cuna para que duerma la semilla,
piedra pulida, canto rodado en la playa del miedo,
bazo del sol, víscera del fuego, 
brasa escarlata ardiendo en la garganta.
azabache para el broche de la noche más negra.


























3
Corazón del Caribe, 
caracola antillana,
concha de carne para una noche de deseo,
cuenco donde la brisa tiembla.





























4
Ojo que arde,
pupila vigilante de la sombra, 
armazón para el vuelo de la palma,
urna donde la muerte guarda sus cenizas.
Árbol que avisa de una muerte anunciada.






Dice la leyenda que el que siembra un mamey muere sin probar la fruta por lo mucho que tarda en crecer.

Tuesday, October 8, 2019






LAS AVENTURAS DE MARTÍN, CONTADAS POR EL MISMO Y TRANSCRIPTAS CON TODA FIDELIDAD POR JOSÉ LUIS GARCÍA MARTIN.

Lo primero que uno piensa al leer el título (con ese subtitulo “implicatorio”), es que García Martin ha escrito un libro para niños. Justo lo que le faltaba para engordar su extensa bibliografía. Los que le siguen saben que ha escrito de todo, desde obras de teatro hasta narrativa y cuentos, pasando por ediciones criticas, antologías, diarios, autobiografías, libros de viaje, poesía, traducciones, aforismos, haikus… Como vemos sólo le falta una novela y casarse. Dos cosas muy difíciles.
“Las aventuras de Martín” recoge quince historias (con un password y un afterword, así, en inglés, que actúan a manera de anzuelo). Un niño, que va a cumplir tres años y es su ahijado, le cuenta al escritor-padrino, el cual se limita a ser un escribano o un transcriptor. Es decir, lo contrario a lo tradicional: que un adulto cuente un cuento a un niño. ¿Nos recuerda algo el método empleado por el autor? En apariencia, o si leemos el libro como un “libro de cuentos”, perderemos la sombra y las raíces en el que el libro se sustenta. 
Como en el “Libro de ejemplos del Conde Lucanor”, hay dos voces: la que cuenta y la que escucha y el escribano que fija los diálogos. Si ahondamos más en el desarrollo de la obra veremos que cada historia funciona independientemente y tiene como idea central un argumento específico. Nos adentramos en la naturaleza con las hormigas y la tortuga voladora, pasamos al mundo infantil con el Monstruo del Lago Ness, aprendemos del mundo animal con el gato Zasca, topamos con la iglesia con el arzobispo, con los libros y la Biblioteca de Alejandría, y nos asombramos con el mundo detectivesco de  Sherlock Holmes. Nos volvemos a hacer niños con la curiosidad de protagonista, volvemos al mundo de las preguntas, de la imaginación, del miedo y de la esperanza.
A la vez que el libro va rodando y vemos caminar a los dos protagonistas como sombras de otras parejas en la historia de nuestra literatura, nos damos cuenta de que el libro se va complicando y va creciendo y vemos cómo el narrador va complicando las historias para un mayor entretenimiento. 
No, no es un libro para niños, aunque aparentemente lo sea. Es, si leemos entre líneas, un libro didáctico, un retablo medieval del siglo XXI en el que aparecen poetas, políticos, reyes y reinas, plebeyos, enemigos y amigos. Entre el numeroso elenco de personajes (en este aspecto el libro será en el futuro un valioso documento para conocer al “coro” que aparece en la obra) nos encontramos con un conocido paseando por Prospect Park. 
“Las aventuras de Martín” está editado por Impronta, la editorial de Gijón,  bajo la mirada rigurosa de Marina Lobo. 
En la contracubierta avisa: “Pedagogos, abstenerse”. Yo, por el contrario, les invitaría a que leyeran el libro, como también a los que solo leen a Unamuno o a Aristófanes, porque tal vez puedan aprender una cosa o dos. 


Monday, October 7, 2019

Cinco libros

071019.-  Un libro da vida y cuenta varias historias a la vez: la que le hace ser libro, la que encierra y la que con el tiempo puede que cuente. Un libro viaja, se pierde, va al norte y aparece en el sur, se moja, tiene sed y se le secan las hojas, se cansa de estar de pie y se le va torciendo la columna vertebral. Un libro gana amigos y los pierde, tiene enemigos que lo dejan con las páginas cerradas, envueltos en una espesa claridad. Un libro es un Guadiana que aparece y desaparece, que puede ser regalo y compromiso, obsesión y olvido, formar parte de la familia e invitar a los personajes a comer. Son tapices que iluminan las paredes, murallas que esconden tesoros, ríos que van a dar a la mar de la tinta. Un libro puede mover pueblos y naciones, envenenar y enriquecer, hacer al cuerdo loco y al loco quijote. Alimentar hogueras, dar la señal del fin del mundo, acompañarte y dejar que te pierdas, que entres en el laberinto de la ilusión y la fantasía y no quieras salir, barca que te lleva a países donde el amor te espera, tren de ida, carromato tirado por las sombras del olvido.
Regalas un libro y das parte de ti, entras en el lecho del amigo, a veces te enamoras, duermes con él.
Un autor, el que junta hormiguitas negras que llaman palabras y crea un universo, a veces, agradecido, regala ese mundo y lo dedica. Con el tiempo el libro y la dedicatoria envejecen, muere la persona y el libro sale de la casa, a veces lejana, y va de norte a sur, de la lluvia al desierto, del frío al calor, del conocimiento y amor al olvido, de unas manos agradecidas a otras de mercaderes. En ocasiones se llena de polvo y de telarañas analfabetas que muerden las páginas. Un libro dedicado por un autor puede ser, con el tiempo, un elefante blanco, una muestra venenosa de vanidad, elogio vano y comercial. Es un retrato donde el escritor queda reflejado para siempre, un mapa, un mundo de claves y de cercanías, de afectos y jeroglíficos, de enigmas y secretos. Una dedicatoria es una lápida, un espejo, un toque de amor, un silencio. 
Hablando de libros con historia, he tenido la oportunidad de ver cinco que están conectados entre sí. Los cinco están dedicados a la esposa de Jorge de Sena, hablan de un viaje a USA, de un pasado que prometía y de un presente desabrido, de nombres y de ciudades, de fechas y de melancolías. Cuatro fueron impresos en Asturias, los cinco viajaron a USA, donde estuvieron por muchos años, después llegaron a Lisboa, regresaron a Manhattan y ahora están viviendo en Brooklyn en compañía de una gran familia. Uno, fechado en Avilés el 29 de enero del 83, lleva una dedicatoria que dice: “A Mécia de Sena, este libro de un discípulo y admirador de Jorge de Sena” y otro, en portugués, que habla de la “sombra de Jorge de Sena está tão presente que ilumina”, dedicatoria escrita en la casa del poeta en Santa Bárbara, California, adonde un grupo de escritores asturianos viajó en 1999 para rendirle homenaje. 
Se podría escribir otro “historial de estos libros” que ya son historia. Una historia de olvidos, amores y temores, prosas olvidadas escritas con prisa y poemas desterrados escritos con prosa presa, triunfos y fracasos, lejanías y vuelta a casa, de amor ganado (o eso creían) y de vida perdida, de emboscadas, de enigmas amorosos, de los usos de la noche, de cartas sin remitente, de presencias y ausencias. Trazos y rasgos que son las pruebas del delito. 
Cinco historias de cinco vidas a través de cinco libros. 




Friday, October 4, 2019

Hoguera y abanico. Versiones de Basho



              HOGUERA Y ABANICO

   Casi todo el mundo puede y de hecho lo hace: escribir una estrofa compuesta de cinco-siete-cinco sílabas. Muy pocos escriben auténticos haikus y llegan a penetrar en la magia y en el misterio de esta forma poética. Nadie ha llegado a la altura de Bashó.

      Hoguera y abanico recoge versiones del maestro japonés por Ernesto Hernández Busto. Un libro imprescindible para todos los interesados en conocer la historia de los haikus y mucho más. 
  Con un prólogo excelente y una generosa bibliografía, Hoguera y abanico es la herramienta precisa para llegar a Bashó. 
   Mientras que editoriales, prensa, críticos nos acosan con "los mejores 10 libros que usted tiene que leer", "libros necesarios para sobrevivir" y frases semejantes olvidamos libros como este que es un tratado de belleza, de sensibilidad y de erudición. Cada haiku viene traducido al castellano, con la pronunciación fonética y en caracteres (¿ideogramas?) japoneses. 
      Explicado en detalle el libro nos descubre guiños, claves, signos, fechas, las variantes y referencias culturales, las traducciones a otros idiomas o la presencia de algunos haikus en música, películas, novelas, tradición. 
        "El secreto de la poesía radica en pisar la senda intermedia --decía Bashó-- entre la realidad y la vacuidad del mundo".
        Hoguera y abanico es el trabajo obsesivo de cuatro años de un estudioso que sabe lo que hace. Pisa la senda exacta entre Oriente y Occidente y nos ofrece un libro inolvidable.
        Para los amantes de la poesía en general, pero para los que escriben haikus de una manera especial, este libro es necesario. Está editado por Pre-textos.



       Unos de mis haikus favoritos:

Nada en el canto
de la cigarra anuncia
su pronta muerte.
                             Y aquí la nota que acompaña al poema: