250720.- Son las doce en el barrio de una mañana nublada de verano: de una iglesia cercana se oye el enredado sonido de una campana, una fachada incendiada por una sombra que chisporrotea y pinta un raro encaje de urgencia en la piel de la casa que tiene los visillos del mirador recogidos desde donde se ve pasar los días.
La calle está vacía, nos envuelve el miedo, tapadas nuestras bocas, respirando como si el aire fuera de algodón, el árbol es libre, alto y frondoso, dueño del espacio, un toldo remendado de ocres, exacta verticalidad del mediodía. Pasamos delante de la casa una vez más, repasamos la escena, vemos o imaginamos dos sombras sentadas en el mirador. La lumbre otoñal de la fachada será carbón nevado y nosotros seguiremos pasando, de camino a casa, después de haber hablado de gente que quisimos, de haber recordado fechas y rostros, perfumes y heridas y de haber rozado furtivamente tu mano como la primera vez en aquel julio del 71.
Mientras el sol clave alfileres de sombra en la fachada y tú los veas seguiremos rozándonos hasta que la noche oxide la última caricia y alguien cierre los visillos de nuestras miradas.
No entiendo qué tiene esto de "malo" para que no te dejen publicar en el otro blog. Sobre todo porque es un texto hermoso y elegante que hablar de amor y otras historias, más limpias y claras que los cuadros de Hopper.
ReplyDeleteUn abrazo.
Pues eso quisiera yo saber. A ver cuánto dura este camuflaje. Muchas gracias. Un beso.
DeleteBueno algo bueno tiene, porque gracias a ello, he podido llegar a este blog y deleitarme con tantas entradas antiguas magníficas.
ReplyDeleteMuchas gracias. Eres la segunda "lectora" de este nuevo blog. A ver si facebook no med prohibe mandar mis textos.
ReplyDeletePrecioso texto, Hilario. Un fuerte abrazo.
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