LO QUE EL FUEGO SE LLEVO.
Fundió las doce piedras que fueron nuestras arras
aquel verano del 71.
Resecó el perfume de tu boca,
carbonizó el pez escurridizo de tu lengua,
oxidó nuestros labios
y abrasados quedaron nuestros besos:
dos tizones tus ojos.
Inundó de salitre la sombra del pasillo
en la que tropezamos una noche,
vistiendo de verano a la humedad filtrada en el armario.
Nos despojó de vicios y nos cargó las manos de carbones,
el lecho un enrejado al rojo vivo y la alcoba una fragua.
Derramó en el Lacoste azul marino un barco de lejía,
oscureció las fechas en nuestro calendario
e hizo leña de los huesos del aire.
Y ya al final nos convirtió en rescoldos.
Cartas, torres, diarios y consignas ardieron en la hoguera,
el olor a lavanda se convirtió en azufre
y se llevó a los nuestros.
Sin ellos somos dos esqueletos de ceniza arropados de nieve.
Desde entonces.
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