Heráclito Belvis Díaz dejó de ser poeta cuando le nombraron director de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Toledo. Hasta entonces había publicado tres opúsculos en la Editorial Gómez Menor y quedado finalista en los Juegos Florales en honor del azafrán en Consuegra. Nació en Toledo, en el barrio de las Covachuelas en 1944. Escribió tres sonetos; dos publicados en la hoja parroquial de Santos Justo y Pastor y este, en el programa de actos de la Feria y Fiestas de agosto de la ciudad imperial. Murió a los cincuenta años de un ataque cardiaco, dicen que en un burdel madrileño. Otros que de una sobredosis de cocaína en una fiesta privada. (Agradezco a María Josefa Martínez Gómez que me haya descubierto el soneto).
CLAVE
Sin quererlo se nos muere el vecino,
sin pensarlo la herida no se cierra,
la sangre no coagula, llueve tierra,
se confunden lo humano y lo divino.
Se bebe agua y se desprecia al vino,
dormimos en los pechos de la guerra,
muertos los guerrilleros en la sierra
una bala silencia mi destino.
Controlando la furia de mi vida
tú descubres la clave del secreto
cuando domas la bestia de mi pena.
Siendo mi salvación y mi condena
tú le soplas el polvo a mi esqueleto
cuando filtras tus voces en mi herida.
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