BRUMAS DEL NORTE Y EL PERFUME DEL SUR.
Noticia de Una habitación de hospital con vistas al mar.
Lo único que puedo hacer al terminar de leer y disfrutar varias veces este libro de Antonio Cruz Romero es lamentar no poder hablar de él. Ni bien ni mal. Un padre no debe hablar de su hijo y mucho menos un “mezclador de colores”, que es lo que yo me considero al tener este libro en mis manos.
Antonio Cruz, poeta, editor y el mayor conocedor de la poesía neerlandesa es también amigo, estable y seguro admirador de mis dibujos. Es tal la fe que tiene en ellos que hasta me ha hecho creer que soy alguien que sabe mezclar colores.
Y como la fe mueve montañas, mis dibujos han servido para ilustrar un libro que es un grito, una herida abierta, un breviario de horas de melancolía, misal de dudas y de oscuridades, mapa callejero donde la muerte camina vestida de desamor y el mármol se resquebraja como se resquebraja el amor.
E incluso hoy que no estás
huelo las cáscaras de las mandarinas
que en el invierno el fuego devoraba.
Diez dibujos que acompañan treinta y cinco poemas agrupados en cuatro secciones y una nota final en la que agradece a su hija Noa, “que es musa de algunos de estos poemas”, al poeta Antonio Praena, a quien dedica “Seis poemas religiosos”, una de las partes más inquietantes del libro, y al poeta neerlandés Menno Wigman, “que falleció poco antes de este poemario se enviase a imprenta y cuyo espíritu impregna parte de este libro y tanto me ha influido”.
IV. DEUDAS
y perdona nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores,
y no nos dejes caer en tentación,
mas líbranos del mal.
como también nosotros perdonamos a nuestros deudores,
y no nos dejes caer en tentación,
mas líbranos del mal.
Mt. 6, 12-13
Para F.
Le han anudado al cuello un pañuelo oscuro.
Le han sellado los labios hasta quedar hinchados,
y los ojos pegados con pegamento;
por último la han revestido de tierra y maderas
mientras una veintena de buitres
han ido descendiendo en círculos
y la muerte y los carroñeros
han comenzado a cobrarse sus deudas.
Para qué preocuparse de la vida:
no saldrás vivo de ella.
De “Seis poemas religiosos”
Un libro, editado por Letras cascabeleras, a tener en cuenta de un poeta con una voz que corta como una navaja y se queda clavada como esa luz incierta del atardecer. Un poeta “raro”, con brumas del Norte y el perfume del Sur. Y al Este, en su costado, un dolor que casi no le deja respirar. Y en el Oeste de su corazón tiene la razón de vivir: Noa y Sophie, sus hijas.
NO ESTÁ/NO SOY
Hace tiempo que presentía
Este día luminoso y la casa vacía.
A. AJMÁTOVA
Desde esta cama fría —poco acostumbrada
a mis huesos— se escuchan heridos los perros
abandonados con sus aullidos metálicos.
La lluvia es fina, pero siento cómo explota
contra las aceras. Quiere nevar. Y no se atreve.
Le debo a mi insomnio no diagnosticado
poder contar las campanadas, y percibir el sonido
de los coches chapoteando y las risas de su interior.
Tres meses sin venir aquí se me antojan eternos,
nadie me reconoce; todos se han olvidado de mí:
¡soy un auténtico espectro que puede mover objetos!
Mi madre no está.
Vacía la casa hueca de ecos que persisten
los rincones huelen a madera ardiendo:
es una sobredosis amarga de Pasado
(droga letal que deprime el sistema nervioso
—y los médicos mienten culpando al alcohol—).
No está.
Abandono el libro para contemplar cómo se hinchan
los troncos: mañana serán insignificante ceniza blanca
ceniza blanca ceniza blanca ceniza blanca.
En el sótano a las patatas abandonadas le han crecido
brotes rosas, de aspecto repugnante y demoníaco.
No está, mi madre; ni yo casi estoy,
y trato de dormir imaginando que el aullido del viento
es una susurrante voz familiar que ha venido del Pasado.
María, 26-2.2016. 2º cumpleaños de mi hija Noa.
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