OBSERVANDO EL SUBRAYADO.
Son veintiún poemas breves, luminosos, hechos de piedra serena y de terciopelo, seda que cruje en la mirada, luz de atardecer, poemas de mapas y caminos, de nostalgias y esperanzas, de amores idos que queman:
No quieras, Tasio, olvidar la tierra
donde me has amado.
Sí, ya sé, en otro puerto te esperan.
Sin embargo, en este momento,
tan cerca de la llama
tus ojos dulces e inquietantes
me abrasan como el fuego.
Piedra serena es el primer libro, en edición de amigos, que publica la profesora Belén Zayas Fernández. Un manejo de poemas que la poeta ha ido escribiendo sin prisa pero sin pausa a lo largo de su vida y que ahora publica y dedica a su marido y a sus hijas. Un documento de amor, un soplo de aire puro, de nostalgia, de melancolía.
Un mujer mira desde su ventana
la nube sobre el paisaje mojado:
un espacio sin nombre, sin tiempo.
Piensa, sonríe. Aún guarda
el calor de un abrazo matutino.
Predominan poemas de exterior en el tema pero interioristas en el fondo. Entramos en edificios, en caminos, en mapas, en Italia y escuchamos los sonidos de campanas y el trote del caballo que lleva al condottiero en la Toscana primaveral:
…Elegante y altivo,
resiste con entereza el dolor
que le produce el puñal clavado
hace apenas dos minutos.
A lo lejos, muy cerca del rio,
en ese mismo instante
brotaba un jacinto.
El libro, que está primorosamente ilustrado por Marcos Reina, lleva esta cita de Delmira Agustini: “Eros, ¿acaso nunca sentiste piedad / de las estatuas?” conecta con el sentido argumental del libro y con este poema que, en su brevedad, nos muestra una manera de mirar a la piedra, al pasado, a la historia, a la iglesia, al amor y a la muerte:
En la iglesia,
los monarcas en piedra
con las manos entrelazadas
como si se amasen
para toda la eternidad.
Piedra serena, obra de una mujer que a veces confunde la tristeza con el deseo y siente la poesía muy dentro y que ahora nos ofrece este libro gratificante, de apariencia sencilla, como escrito en voz baja y nos deja una cantera de poemas hechos con la melancolía de la piedra y un toque romántico de una poesía que nunca muere. Un libro que con el tiempo puede unirse a “Aquellos libros que ves / en la estantería / son para ti / quizás no comprendas / o seas muy joven aún. / No importa. / Observa el subrayado, / las anotaciones en el margen. / Son como migas de pan / que voy dejando / para que sigas mi rastro / cuando llegues a la vida”.
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