(A don Antonio Machado)
Aquí estoy, profesor
de básico castellano
en la ciudad de Niuyork.
Ya no sé si toledano,
español o americano,
con tanto tiempo vivido
y tanto tiempo perdido
entre moros y cristianos.
Me levanto, desayuno
y conecto a la Internet:
vienen nombres y se van,
bombas, guerras, atentados,
a lo mejor va a tronar,
fue un discurso inoportuno,
Dios nos pille confesados.
El portero me previene:
“Con este abril crudo y frío
es muy posible que nieve”.
Cojo el metro. En el diario
escribo sobre los rostros
que encierran claves y guiños.
Hay niños que llevan puesto
uniformes de otros tiempos.
Llego a clase sin aliento.
En el metro hubo un intento
de un salvaje sabotaje
con una bomba paquete.
Lo de siempre: un gran retraso
por un aviso de muerte.
Vivir pensando si acaso
tú puedes ser el siguiente.
En la clase paso lista
y aunque contestan: “Presente”
tienen nublada la vista
y algunos están ausentes.
Hablamos de narración
y estudiamos un poema
de don Antonio Machado
en el que vemos la acción,
tiempo pasado, el ambiente,
personajes, un balcón,
un autor que es omnisciente
una niña y una flor.
Una estudiante pregunta:
-¿Por qué pasó un caballero?
Iba en busca de dinero
o iba buscando el amor?”
Le contesto repitiendo:
-“¡Quién sabe por qué pasó!”
Les recuerdo cada día
el esplendor de la prosa,
la magia de la poesía
y el aroma de la rosa
que pronto se desvanece.
Volvemos al subjuntivo,
los acentos y el gerundio
(un tema nada atractivo.
yo sé que la mayoría
piensan que esto es un castigo).
Nacer, crecer y morir
y encontrarnos con la muerte
que nos sale a recibir.
De su sombra soy testigo.
Anochece en la pizarra
y en la ventana florece
una luz oscura y rara.
Regreso a casa cansado,
lleno de nombres y caras,
sintiendo en el alma un peso
sin saber si he despertado
el fuego en alguna nieve.
Tengo lleno los bolsillos
de tiza, melancolía,
oscuridades en calma
y en mis ojos dos visillos
ponen luto en la mirada.
Caigo redondo en la cama.
Nacida la madrugada
me levanto, desayuno,
y conecto a la Internet,
siempre repiten lo mismo:
seguro que va a llover,
atentados, terrorismo
(me sabe amargo el café),
la cosa viene muy mal,
el fin del mundo, la guerra,
ganan unos, pierden otros,
vaya una vida tan perra...
El portero me saluda:
“Al menos mañana es viernes”.
En el vagón colegiales
felices con sus asuntos
van camino de la escuela.
Hay una la luz que me avisa
de mi niñez tan lejana,
me siento de pronto viejo
y es que mi vida se hiela
al mirarme en el espejo.
Mañana será otro día,
que aunque distinto, es el mismo,
ya no tengo tanta prisa
como de joven tenía.
Veo que es corto el sendero,
que se me acaba la suerte,
se acerca la noche fría
secándome el corazón.
¿A qué vino el caballero?
¿Vino a llevarse la flor
o vino a traernos la muerte?
¡Quién sabe por qué pasó!
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