2a
Acariciaron un cuerpo que ya es polvo, cambiaron los pañales de ocho cuerpos que son vida, cubrieron los ojos de la muerte, alimentaron al amor, escribieron cartas al hijo lejano, rezaron a un Dios que ahora no ayuda, rozaron a la noche, peinaron el temblor de una mirada, inventaron sombras en la sábana luminosa, araron los recuerdos, ayudaron a pasar el río revuelto, a salir del pozo oscuro, a partir el pan, echar el vino, repartir la fruta. Conocieron una guerra, ofrecieron cobijo, pasaron escasez, fueron almohada, concha, cuna y caracola. Contaron días, semanas, meses, años, sumaron rosas, restaron ortigas, trazaron caminos, indicaron a la luz donde evitar a la sombra y dividieron las semillas. Ahora son pirámides que duermen, jaulas para el estremecimiento, trampas del movimiento, garfios para la seda, relicarios de venas dormidas, ataúdes que esperan a la muerte, diez dedos para anillos de escarcha, dos paréntesis para acotar la nada. Contuvieron arroyos, pastorearon el dolor, secaron el llanto, limitaron unos labios, dibujaron el mapa del verano, firmaron la cuchara con temblor, el cuchillo con miedo, el tenedor con ojos perdidos. Ramas en primavera llenas de pájaros. Raíces escarbando la tierra enamorada. Zarzas donde la soledad se enreda. Remos de mármol para llegar a la laguna. Dos trozos de pan resecos para el hambre de la muerte. Las manos de mi madre.
Bellisimo rosario de oración de una vida con raíces profundas y bellos frutos.
ReplyDeleteMe encantó.
Un beso.
Muchas gracias, Mercedes.
ReplyDeletePrecioso. Me gusta mucho.
ReplyDeleteGracias, Olga. Un beso.
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