Visitante
Diciembre herido se congela entre
algodones sucios de una nieve extranjera,
mientras el viejo Bill se muere en Brooklyn.
Perros de soledad ladran a su mirada
de cartón mordiendo envenenados
los cristales vidriados de su vida.
Renegando ser viejo, Bill, tirita
y el zumo de manzana le condecora
su pecho lleno de óxido y metralla.
Un visitante misterioso entra,
se detiene en la ribera de la cama
fulminando la decadente escena
con su hermosa presencia.
Trae consigo la fuerza de la calle,
el ruido del vivir, la juventud,
la agresiva insolencia de su sexo,
el gozo más urgente del amor
y entre el azul lejía de su blusa
dos volcanes de lava se desbordan.
Bill le mira por un instante, tiembla,
(la toma de París, la muerte de su hija
calcinada, el divorcio de Peggy...)
maldice ser un muerto, estar amortajado
y lucha inútilmente por romper
las cadenas de óxigeno y de sangre
que encarcelan sus huesos de carbón.
Desaparece el cuerpo y huele a azufre,
infierno y carne achicharrada
en la habitación 308
del Kings Highway Hospital en Brooklyn,
donde Billy se abrasa lentamente
rodeado de tubos y de cables
en la fría mañana de diciembre.
De In tempore belli. Editorial Verbum. 1999.
La imagen tiene esa plasticidad fatalista del frío polar. El poema también, una existencia congelada en los aparatos terapéuticos del hospital. Cualquier tiempo pasado fue mejor. Nos quedan la palabra para evocarlo.
ReplyDeleteUn abrazo fuerte, querido amigo, y un poco de calor desde el sur de los afectos.
Muchas gracias. Se agradecen el calor y el certero comentario. Un lujo que te pases por aquí. Un abrazo desde la tierra del bajó cero.
ReplyDeleteTerrible el poema y lo que en el se visualiza. Muy duro y lo peor real!
ReplyDeleteUn abrazo.
Muchas gracias por la atenta lectura del poema. La vida es asi, dura y real. Nevando fuego, a veces, en nuestros corazones.
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