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La casa que ocupaba una manzana y estaba limitada por el callejón de Bodegones y la calle de la Campana tenía veinticinco habitaciones repartidas en tres pisos, un zaguán, un patio y una azotea cubierta. Era un laberinto de pasillos oscuros, de escalones irregulares, recovecos, caramanchones, habitaciones en pico, estrechas, espaciosas, de techos altos. En días soleados, el telón altísimo de ladrillo y arcos de la torre mudéjar de la Iglesia de Santo Tomé pintaba una sombra en la fachada. Una sombra que en invierno entraba dentro de la casa como una espesa nube. Era una casa un poco caótica como la familia que vivía en ella. Construida en el siglo XVI se le fueron añadiendo tabiques, abriendo ventanas, cegando balcones, apuntalando miradores, rompiendo techos, creando claraboyas, cambiándole la piel, lavándole el rostro, metiendo por su cuerpo cables y tubos, reformando habitaciones a través de los siglos. Una casa con el peso de guerras, confidencias, muertes, conspiraciones, escondiendo en sus gruesos muros manuscritos y documentos, rezos, gritos ahogados y murmullos, llantos y sonrisas. Un azulejo maltratado por el tiempo incrustado en la fachada principal indicaba: “Soy de la Capellanía del Arzobispado”. Una casa donde hubiera podido vivir algunos de los personajes de El entierro del Conde de Orgaz, cuadro que durante la guerra el carpintero Cardeñas y otros republicanos comprometidos descolgaron y cubrieron de colchones para que la aviación franquista preocupada por la liberación de El alcázar no destrozara.
Hermoso relato, Hilario, como todo lo que escribes. Esa sombra de la torre mudéjar, ¿sería el presagio de otras sombras?
ReplyDeleteAtenta estaré a la continuación de las memorias de esta casa.
Un abrazo
Beatriz
En cualquier casa siempre hay una esquina con sombras. Gracias, Beatriz. Iremos, poco a poco, para no cansar a los amigos, publicando algunos "capítulos" de esta novela...
ReplyDeleteMe ha dado mucha alegría ubicarte, ya si que somos vecinos de verdad. Cuando vuelvas a Toledo, tenemos que vernos. La foto ha sido crucial, aunque la descripción de la casa es muy buena para situarla. La calle de Santo Tomé ha cambiado mucho y a mí me gusta recordar antiguos negocios y vecinos. Estás marcado Hilario por tus orígenes y eso me gusta.
ReplyDeleteMe ha dado mucha alegría ubicarte, no solo tu casa, sino tu familia.Ya sí que somos vecinos de verdad. Cuando vuelvas a Toledo tenemos que vernos. ¡Cuánto ha cambiado Santo Tomé! A mí me gusta recordar cómo estaba antes, sus negocios, las personas que vivían allí... Desde luego eres un magnífico escritor y sabes describir la vida, las situaciones.
ReplyDeleteMuchas gracias, María Jesús. Espero poder vernos este verano. La casa estaba, y esta, un poco en el corazón de la calle, a la sombra de la torre de la iglesia. Ser toledano, como ya hemos comentado otras veces, deja impronta. Un beso.
ReplyDelete¿Inicio de unas memorias de infancia? Esperemos que sí. Una especie de "Ocnos" o de "Las confesiones de un pequeño filósofo".
ReplyDeleteJLGM
Que alto me lo ponéis... Me conformaría con unas notas a pie de página. Muchas gracias.
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